¡Caray! Me pasa de nuevo que paseando con Alma tranquilamente por nuestro recorrido habitual con mi correa reglamentaria y disfrutando de un momento de paz con mi humana, se me acercan unos compadres en el parque. Los dueños de los perretes se muestran encantados con que se forme un batiburrillo de perros, niños y ellos, y que todos “socialicemos”. Pero yo empiezo a retorcerme, intento escaparme de aquello pero no hay forma. Sigo insistiendo ante los otros dueños hasta que Alma con su carácter amable pero de “aquí estoy yo” les hace un poco de énfasis.